Por Amílcar Híjar
(Antropólogo y docente)
El Vals, la Marinera y el Huayno, hasta hace poco considerados por los entendidos como los tres géneros musicales de mayor influencia en la dinámica de la música popular peruana, parecen desvanecerse entre fronteras casi imperceptibles de la tradición y la modernidad, poniendo en relativo peligro su valor existencial como tal.
Sin embargo, el huayno, en estos últimos 20 años, viene experimentado una inusitada transformación en los ámbitos urbanos, logrando nuevas formas interpretativas en el uso de su estilo tradicional. La producción del huayno en el interior de los complejos espacios de la ciudad, domina-da mayoritariamente por migrantes llegados de diversas partes del territorio nacional, las reinterpretaciones musicales que hacen de ella los hijos de los migrantes y los músicos citadinos que gustan de este género sonoro, lo van transformando.
Un conjunto de instrumentos musicales modernos (Baterías, teclado, bajo electrónico, etc.), adoptados y adaptados por necesidad o por nuevas funciones, adecuaciones de estructuras musicales, armonizaciones, sonoridades y fusiones en la dinámica musical, convirtieron los estilos tradicionales del huayno en una manera de entrar y salir de una modernidad aun no descodificada totalmente y de una tradición tampoco plenamente codificada.
Cuestión de gustos
Los estilos del huayno en el Perú son múltiples y de acuerdo a la región en la que se desarrolla, cobra ciertas peculiaridades. No obstante un considerable sector que reconoce su inclinación por un estilo tradicional o clásico del huayno, otros sectores de la población eligen el sabor de un huayno moderno, estilizado, fusionado, globalizado o simplemente variado. Estas preferencias, ahora no son solo propias de zonas urbanas o ciudades próximas a una cultura cosmopolita. También se da en áreas rurales o en los propios núcleos geográficos donde se producen o reproducen como identidad local. El huayno o huayño que vieron los españoles en 1532, no es el mismo en el siglo XXI, hoy las industrias culturales, la competencia artística y el propio mercado lo ha sectorizado, transformándolo de tal manera que pareciera haber perdido su “esencialidad”.
No es el caso del huayno peruano, que ha sabido resistir y mantener sus rasgos de tradicionalidad en sus nuevas expresiones a pesar de las presiones de la globalización. Encontramos huaynos vernáculos o autóctonos, criollos, mestizos, modernos y contemporáneos, al estilo latinoamericano, fusionados con rock, reggae, jazz, bossanova, cumbia, baladas u otros ritmos que puedan ser incorporados a su voraz patrón rítmico. Esto implica una interpretación con indistintos instrumentos musicales de acuerdo a la ocasión o al gusto del exigente público consumidor.
El músico andino o urbano, el músico en general, ha encontrado una forma inteligente de entrar y salir de una modernidad absorbente, introduciéndose en una tradicionalidad dispuesta a compartir sus elementos originarios.
Si bien el huayno se siente transformado en su “continente” o en su forma externa, la dinámica musical ha sabido conservar el legítimo contenido de su identidad musical, nunca dejó de ser huayno. Las fronteras entre la modernidad y la tradición parecen no ser rígidas o intraspasables (al menos con el huayno), sino más bien, líquida, gaseosa, atómica; es decir, fue un paradigma mal imaginado por nuestros primeros estudiosos que la percibieron como estática, incambiable e impenetrable.
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